Pais: Brasil

Fecha: 15 de Agosto del 2022

Lo que antes era una estimación ahora es una realidad por UNICAMP, Brasil

En los últimos años, comenzaron a materializarse algunos de los escenarios señalados por Cepagri/Unicamp y Embrapa en su obra El Calentamiento Global y la Nueva Geografía de la Producción Agropecuaria en Brasil, publicado en 2008. Indicaron que podrían ocurrir pérdidas en la agricultura si prevaleciera el principio de inacción, es decir, si no se hiciera nada para evitar pérdidas de cosechas.

Hasta 2009, la discusión era teórica a pesar de fuertes indicios de que algo estaba pasando en la agricultura mundial y con mayor frecuencia. Obviamente, cuando se trata de agronegocios, Brasil está incluido porque es un gran productor de granos y carne. Desafortunadamente, todavía hay quienes piensan que somos una isla de “agro-prosperidad” en un mundo de gente envidiosa. El negacionismo climático ha crecido mucho en los últimos cuatro años.

Generales desprevenidos, pseudocientíficos de fábula, algunos productores rurales, autoridades públicas -que además de decir que el cambio climático no existe, defienden que la Tierra es plana- no se han cansado de difundir información falsa a la ciudadanía, aprovechando la visibilidad que tener en los medios. Algunas asociaciones de productores rurales contrataron a negacionistas para que dieran charlas a los agricultores que, con su retórica, lograron convencer de que el cambio climático no existe.

Pero los hechos son indiscutibles. La temperatura sube a niveles alarmantes y las consecuencias empiezan a notarse aquí y en el exterior.

Algunos ejemplos muestran la gravedad de los impactos del cambio climático en la producción agrícola. Este año en Francia hay escasez de mostaza de Dijon. Las olas de calor en Canadá, que exporta el 80% de las semillas que se utilizan para hacer mostaza, provocaron una caída de más del 50% en la cosecha del producto. Como resultado, los franceses tendrán que comer bistec y papas fritas sin mostaza.

Más recientemente, una ola de calor, con temperaturas superiores a los 40°C, provocó la muerte de más de diez mil cabezas de ganado en el estado de Kansas, en Estados Unidos. El mismo fenómeno se observó en 2019, en la frontera entre Brasil y Argentina. En América del Sur, la intensidad fue menor que en Kansas, pero fue el primer registro observado. La explicación es que, además del calor repentino durante el día, las temperaturas no bajan por la noche. En general, el cuerpo de los animales bovinos puede soportar altas temperaturas, siempre y cuando el animal tenga algunas horas para refrescarse durante la noche. Pasar por un calor extremo día, sin la posibilidad de un enfriamiento adecuado por la noche y, a la mañana siguiente, ya teniendo que hacer frente a temperaturas extremadamente altas, lleva al ganado a un estrés por calor que lo lleva a la muerte. En otras palabras, el ambiente animal es un asunto serio. Por otro lado, la solución es relativamente simple: mantener los árboles en el pasto reduce en gran medida el efecto de las olas de calor. Hay más de diez grados de diferencia entre pastar a pleno sol y pastar a la sombra. Por eso se ha defendido mucho la integración ganadera y forestal.

Desde la década 2011-2020, la Unicamp viene emitiendo alertas al respecto. Las olas de calor pueden causar muertes en bovinos, “pollitos de un día” (aves dedicadas a la producción de carne y huevos) y pollos, además de reducir la producción de vacas lecheras y provocar abortos en cerdas gestantes.

Con el cultivo de cereales es más grave. Cepagri/Unicamp advierte desde 2008 que aumentan los riesgos de pérdidas en la producción de granos. Las regiones más afectadas en este estudio incluyen el sur de Mato Grosso do Sul, el oeste de Paraná y Santa Catarina y Rio Grande do Sul. En los últimos 10 años, se registraron ocho años de pérdidas de productividad en Rio Grande do Sul, lo que desafía la afirmación de que las sequías son cíclicas. La región vive una situación dramática desde el punto de vista climático, habiendo enfrentado durante tres años consecutivos fenómenos como La Niña, que aumentan el riesgo de sequía en la región sur. La espacialización de los datos de productividad, recogidos por el IBGE, muestra la variación de las pérdidas en Rio Grande do Sul, entre 2010 y 2020.

Datos de la Empresa Nacional de Abastecimiento (Conab), vinculada al Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento, indican que las pérdidas por sequía en la región Sur superaron el 34% de lo esperado, con un valor estimado de 45 mil millones de reales.

En la citricultura, las condiciones climáticas de los últimos meses llevaron al Fondo de Defensa de la Citricultura (Fundecitrus) a reducir en un 10,21%, o 30 millones de cajas, su estimación de la cosecha de naranjas para 2021/22 en la franja citrícola de São Paulo y Triângulo-Sudoeste Mineiro . En comparación con la cosecha 2020/21, la reducción es del 7,8%, un impacto significativo para el mayor productor de jugo de naranja del mundo. Numerosos estudios realizados en Brasil y en el exterior indican una importante vulnerabilidad de la agricultura frente al cambio climático.

La agricultura tiene un gran potencial para mitigar los gases de efecto invernadero, principalmente debido a la capacidad del sector para reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y metano (CH4) con prácticas adaptadas. En cuanto a la adaptación, los sistemas integrados de producción agrícola representan una agricultura alternativa, baja en carbono, con un potencial expresivo de adaptación. Pero para eso, no podemos lograr un aumento de 2 grados en la temperatura del planeta en los próximos años.

Negar el cambio climático y sus impactos en la agricultura está avanzando rápidamente hacia la escasez y la inseguridad alimentaria. Y con el hambre, posiblemente surgirán nuevas guerras.

Traducido del portugués.

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